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domingo, 3 de agosto de 2014

El viaje



Qué hartura de  narices y de manos
son las  siete y veinticinco  de la tarde
y qué cansancio de pestañas y de boca
de palabras que ahora me chirrían
como grillos despistados en la lengua

Ojalá pudiera al menos una vez al año 
hacer turismo metafísico
cambiarme el antifaz de ser humano
salir de la oficina de mí mismo
y pegarme unas buenas vacaciones
por el resto inhumano de las cosas.

Meterme en una piedra por ejemplo
pasar la noche  allí
los pies petrificados, las lombrices pasajeras
los húmedos  ronquidos  de la tierra.

Despertarme feliz como  una roca
 pero  ya con las maletas hechas
y entrar tranquilamente en una higuera
pasear un rato por su tronco
subir en ascensor hasta la  copa 
y una vez allí tumbarme  al sol
 como la más despreocupada de sus hojas.

Quiero que organicen viajes a una fresa
estoy dispuesto a pagar tres años de mi  sueldo
por convertirme un sólo día
en la pulga que cabalga a lomos de tu perro

Reivindico mi derecho inalienable a ser un meteorito
quiero conocer otros objetos que también habitan  este mundo
temblar  en un violín
pasar el  fin de semana en  un erizo
acampar al raso dentro de una caracola.

Así después del viaje
cuando regrese a esto
a mis pies, a mis costillas,
 a mi recobrada lengua,
a mi asimétrica sonrisa,
lo haré  con esa mezcla renovada de ternura, deseo e incertidumbre
con  la que el viajero vuelve de muy lejos
y abre despacito
la puerta de su casa. 



1 comentario:

  1. Hermoso viaje ontológico a desarrollar por nuevos emprendedores. Por ahí deberían ir las iniciativas transformadoras.

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